lumen Fidei

Quien es Dios para mí

Esta encíclica es especialmente útil para los que se dedican a enseñar las maravillas de la Fe: los catequistas. 

La buena catequesis no trata tanto de ofrecer respuestas sino de proporcionar las preguntas correctas. Porque no hay ser humano que no se pregunte cosas que solo la Fe puede responder.

También hay que saber responder a las preguntas. La encíclica, en este sentido, da muchas respuestas.

La Fe como una luz interior.

Creer en Dios y dejarse llevar por Él es algo luminoso. Pero también es un camino y debemos estar dispuestos a recorrerlo.

Los caminos de Dios no se caracterizan por ser amplios y cómodos. Los caminos de Dios son más bien incómodos y se desarrollan en el silencio de la intimidad. No existen las pruebas infalibles que nos lleven a Él. Porque Dios nos quiere libres, bien libres. Y no hay ninguna prueba que nos obligue. Dios quiere que le amemos en libertad.

¿Cómo compartir la Fe?

Lo que más mueve a la gente es el testimonio. De poco sirve dar un discurso basado en Santo Tomás de Aquino o San Anselmo. Pero si quien nos escucha siente cómo nos mueve la Fe, él o ella también se abrirán a ese camino.

Y Dios necesita una rendija abierta en la puerta y una pequeña invitación para presentarse. Nuestro trabajo es hacerlo más fácil.

Eso es dirigir la catequesis a las preguntas correctas: que Dios pueda colarse por ahí.

Lumen Fidei

Quien es Dios para mí

¿Qué significa creer? ¿Cuál Fe?

Esta encíclica fue iniciada por el Papa Benedicto, pero quien la terminó y le dio la forma final fue el Papa Francisco. Por eso le falta la unidad que le da un solo autor. La encíclica no es fácil de leer en su formato original, pero es fácil como una historieta. El tema es apasionante.

¿Qué significa creer? ¿Por qué algunos tienen Fe y otros no?

Aparentemente, la razón humana llega donde no llega la fe. O eso creen muchos ¿Cómo llegar a la Fe o abandonarla?

Si nuestra vida es como una melodía, la Fe es el ritmo. Todo el primer capítulo nos dice qué es la Fe y qué relación tiene la Fe con el Amor y con la individualidad. Algo muy íntimo.

El segundo capítulo trata de la relación entre Fe y Verdad. Y en ese sentido, los sentidos (que nos hablan de la verdad) tienen un papel fundamental: ver y oír. Si vemos algo o nos cuentan una historia, creemos.

Por ejemplo, si vemos caer una manzana de un árbol o nos dicen «vi una manzana caer de un árbol» lo creeremos sin problema. Además, coincide con nuestra experiencia.

Sin embargo, la encíclica recoge la frase de San Agustín:

«Tocarlo con el corazón: eso es creer«

 

El tercer capítulo habla de los Sacramentos y otros medios con los que los hombres han transmitido la Fe. Porque comunicar la Fe no es del evidente. Catequizar no es obvio: ¿cómo hacerlo? Lo primero es siempre respetar la libertad de cada persona (así como Dios nos respeta a nosotros). ¿Qué fe queremos transmitir?

 

El cuarto y último capítulo es especialmente interesante: ¿por qué creer? ¿Cuál es el sentido de creer?

 

La encíclica termina con la Virgen María, que fue modelo de muchas cosas y también de fe. 

Debido a su estrecho vínculo con Jesús, María está estrictamente conectada con lo que creemos.